La antiglobalización se pone de moda

EL TTIP, acuerdo comercial entre Estados Unidos y Europa, parece muerto; el comercio mundial no anda muy bien y Trump mete miedo. La antiglobalización cambia de bando y se pasa a la derecha extrema; desde el verano todo son peros al comercio

La antiglobalización se pone de moda

Todo empezó con Trump y sus trabajadores blancos enfadados con el sistema. Luego, el Brexit ofreció una explicación a los sociólogos: los enfadados son los perdedores de la globalización. Finalmente, la cumbre del G-20 celebrada en China a principios de este mes determina la necesidad de que la “globalización beneficie a todos”. Se afirma que los llamados populismos radicales son consecuencia del comercio global y la apertura de fronteras que animó la inmigración.

Un giro político

En realidad, solo Obama y algunos conservadores europeos, con los alemanes a la cabeza y los interesados ingleses, necesitados de un comercio sin aranceles que les salve del Brexit, persisten en la apertura de barreras comerciales.

A lo largo de la campaña electoral norteamericana, Hillary Clinton y, en un grado mucho mayor, Donald Trump, se han lanzado contra lo que denominan acuerdos comerciales desleales. Ambos se oponen al acuerdo de Obama con Asia; Clinton quiere volver a examinar los términos del acuerdo con México;  Trump quiere romperlo y llenar el mercado de aranceles y muros. Hollande, presionado por la extrema derecha francesa, ha declarado la defunción del no nato TTIP - el acuerdo Europa y USA- y el resto de países europeos pueden seguirle la corriente.

No pinta bien para el comercio mundial. Lo cierto es que durante las dos décadas anteriores al inicio de siglo el comercio mundial creció regularmente en un 7%, dos veces la tasa de la economía mundial. Hoy, sin embargo, el crecimiento del comercio es inferior a la de la economía mundial, aproximadamente 2%.

El discurso sobre el comercio

“China nos roba empleos”, afirma Trump en un tono en el que uno puede imaginarse a unos chinos entrando enmascarados en la oscuridad de la noche en una factoría norteamericana y llevándose un par de puestos de trabajo. Del mismo modo, los mexicanos resultan culpables, aunque casi nadie sabe por qué.

Sin embargo, economistas norteamericanos han calculado que el equivalente del valor añadido del déficit comercial de los Estados Unidos es el del 1,5% de la población laboral. Es decir, siendo cierto que los países de bajos salarios han desplazado producciones, no lo han hecho, ni mucho menos, en la medida en que los diversos populismos anuncian.

Esta misma semana, Lagarde, la Directora del FMI ha declarado su preocupación por “una creciente reacción contra la globalización”. Lagarde ha recordado que la entrada de China, India y los países ex comunistas en el comercio mundial, tuvo gran efecto en las poblaciones de todo el mundo:  “el tamaño de la fuerza de trabajo mundial se duplicó con eficacia”.

Sin duda, la aparición de economías emergentes y reducciones de la desigualdad global ha ejercido una presión sobre los trabajadores menos cualificados en las economías avanzadas. Lagarde propone a Trump: “Proporcionar apoyo financiero directo para las personas poco cualificadas a través de salarios mínimos más altos, estados de bienestar más generosos, inversión en educación y una ofensiva contra la evasión de impuestos”.

¿Un muro contra los alemanes?

Esta misma semana, el Instituto alemán IFO, el más reputado centro de análisis económico, ha declarado que el superávit comercial alemán llegará a un máximo histórico en 2016, mientras se reduce el superávit chino. Alemania tiene un superávit con los EE.UU. que superó a México en 2012, y ahora es el país con el segundo mayor superávit comercial con Estados Unidos. Es Alemania el país que mayor ventaja ha ganado en el comercio mundial, medido en dólares.

Alemania se ha beneficiado, en realidad, de una moneda que ayuda a su competitividad. Debido a que Alemania comparte el euro con países menos competitivos su moneda es más barata de lo que debería ser. Algunos economistas calculan que el retorno a la antigua moneda nacional significaría un aumento en la valoración de un 20 por ciento.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, reprocha a los alemanes que debe utilizar bajas tasas de interés para estimular la economía porque el largo excedente comercial alemán se traduce en ahorro pero no en inversiones que ayudarían al conjunto de Europa. En suma, el día que Trump se entere, ¿propondrá un muro para contener a Alemania?

Los datos, en fin, no avalan la creciente ola antiglobalizadora, su dramatismo y ni siquiera apunta a los responsables reales. Lo que esconde en realidad son tres cuestiones: oculta que los radicalismos políticos tienen su origen en la crisis financiera más que en el comercio; desvía la creciente desconfianza política de las sociedades con sus instituciones a otros países y lanza un terrible mensaje: la globalización es aceptable si perjudica a los trabajadores y trabajadoras de países pobres