La debilidad interminable de Podemos

La atenuada superación de la crisis y el problema catalán debilitan el populismo de izquierda. Las reiteradas caídas en los sondeos de Podemos que, fuera de las confluencias, se sitúa en niveles de IU desorientan a su dirección

La debilidad interminable de Podemos

El barómetro publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señala a Podemos como el gran derrotado en la evolución política española, con una pérdida de dos puntos. Lo que es igualmente trascendente es que lejos de la hegemonía que pretendía, sus votos fuera de las zonas de las llamadas confluencias, se aproximan a los resultados que obtenía Izquierda Unida. Una tendencia que se inició tras la Asamblea de Vistalegre y que no ha cesado.

La pérdida de la trasversalidad y la sonrisa – quizá Errejón tenía razón- y de una política más centrada –quizá Bescansa no estuviera tan desencaminada- ha sido traducida por el CIS en su último sondeo: Iglesias es más antipático, los votantes más infieles y las fugas son hacia la derecha.

Solo el 63% de los antiguos votantes repetirían –con un 21% de indecisos, por añadidura-. El partido con menos fidelidad y más indecisos.

Pero además, un 9% de sus votantes –casi medio millón– se fugan: un 5% hacia el PSOE, y un 4% a Ciudadanos, sin compensar el voto perdido. En ambos casos, las posiciones sobre Cataluña influyen evidentemente, especialmente en relación con la formación de Rivera.

La antipatía se contagia del partido al liderazgo. Desde el año pasado por estas fechas a hoy, la valoración de Pablo Iglesias entre quienes votaron por Unidos Podemos ha pasado del notable al aprobado. Se ha convertido en el líder peor valorado entre los suyos.

Además, esa nota esta sostenida en las llamadas confluencias (Cataluña y Valencia, espacios de amplia cultura nacionalista de izquierdas y con formaciones (Catalunya en Comú y Compromís) que no se caracterizan, precisamente, por la disciplina respecto a Podemos. (Compromís se encuentra en el Grupo Mixto)

Uno de los éxitos del movimiento soberanista ha sido ocultar el debate que mejor ubica a Podemos: el de la corrupción, sea en Cataluña o en España. Con un efecto evidente en Podemos: la ambigüedad de su política.

Un partido desdibujado

Podemos no aparece especialmente visible en la agenda política española. Ha dejado de ser el centro del debate. Las compulsivas mociones de censura –contra Cifuentes y Rajoy- se perdieron en el marasmo político español pero, además, ninguna de ellas se saldó con una mejora de la confianza política o de sensación de mejorar la capacidad de alianzas del partido..

El protagonismo político inicial que llevó a Iglesias a convocar el “asalto a los cielos”, que sin consenso y con “sorpasso” ha ido diluyéndose. Buena muestra de ello es que las manidas y repetidas expresiones que centraron el debate (casta, régimen) no se han repetido con las nuevas aportaciones como “la trama” y menos aún con el ignorado “bloque monárquico” como frente antireferendum catalán.

Por otro lado, el electorado prestado por el PSOE parece no haberle perdonado la no investidura de Sánchez, y la campaña del “sorpasso”. Un electorado al que el debate político y la recuperación de Sánchez, va llevando de nuevo a los socialistas.

La antipatía también es interna

Podemos ya es una formación antipática electoralmente, según el CIS. Y esa antipatía se ha trasladado hacia el interior en la Asamblea celebrada en Vistalegre. La purga de la disidencia, la aparición de un grupo pretoriano en su entorno, con predominio de las influencias de origen comunista (Mayoral, Monereo,…), la verticalidad partidaria impulsada por Echenique ha provocado no solo tensiones internas sino dramas en su electorado.

Difícilmente pueden no tener efecto los conflictos en Madrid, la dimisión de Albano Dante en Cataluña y los extendidos conflictos territoriales. Estas diferencias tienen que ver con la dilución de lo que se lo que se llamado espíritu del 15M y la desaparición de los Círculos de la vida orgánica de la formación.

El electorado está buscando otros referentes, incluso dentro de Podemos, huérfanos ya de las sensibilidades desplazadas. El año pasado, las simpatías de IU (los “comunistas”) en la formación morada no superaban el 20% que, se suponía, era su escasa aportación a Unidos Podemos y a la que se le reprochaba la pérdida de un millón de votos. Un año después, las simpatías hacia IU han crecido un 6%, pero las de Podemos se han reducido un 19%. Una tensión en el electorado que alimenta la indecisión política y el trasvase de votos.

La falta de autonomía de Pablo Iglesias

Al hablar de Cataluña, el primer problema y preocupación de la agenda política española, tras el paro, que ha desplazado a la corrupción, suele hablarse de “ambigüedad” o “indefinición” de la posición de Podemos. Sin embargo, como Bescansa ha apuntado, el problema es otro: Podemos ha aparecido en el frente soberanista.

Podemos se ha limitado a apelar al diálogo y su equidistancia ha sido interpretada o como apoyo al soberanismo o como ingenuidad política. Pero el problema de fondo, tanto en Cataluña como en Valencia y Galicia la falta de autonomía de Podemos para tener posición política propia. En el caso catalán, la confirmación de una coalición subalterna a Colau, única a Podemos en un frente "de país" que, además, conduce al conflicto con los socialistas.

Los gobiernos del Cambio

Por otra parte, Podemos contaba con los llamados "gobiernos del cambio" como palancas municipales para reforzar su imagen de gobierno que compensara la radicalidad que Iglesias ha imprimido al discurso político. SIn embargo, los resultados de gestión, las conflictos entre las propias sensibilidades y el alejamiento de los alcaldes de la propia formación han alentado desafecciones internas y sociales bastante notables. Con las personalidades de Carmena y Colau, nada sujetas a Podemos; Valencia en manos de Compromís; Cadiz en permanente crisis social y Zaragoza con agudos problemas de gestión, no han colaborado a la mejora electoral.