La Gran Vía: la contienda navideña de Esperanza Aguirre y Manuela Carmena

En la calle Preciados se produce el colapso que poco a poco se diluye hasta llegar a la plaza de Callao para tomar un poco de aire en la Gran Vía. En la vía más emblemática de la capital la opinión de los peatones sobre los cortes de tráfico se encuentra totalmente dividida

La Gran Vía: la contienda navideña de Esperanza Aguirre y Manuela Carmena

Cae la tarde en Madrid y el triángulo Puerta del Sol, Callao y Gran Vía se convierte en una congestión de ‘selfies’, luces y bolsas que cuelgan de los brazos de los viandantes. El paso por el centro es torpe y lento en Navidad. En la calle Preciados se produce el colapso que poco a poco se diluye hasta llegar a la plaza de Callao para tomar un poco de aire en la Gran Vía. Allí la escena es la misma. Los peatones también estiran los brazos para auto fotografiarse, entran y salen de los comercios y buscan terrazas para descansar. Sin embargo, la conversación entre ellos parece ser otra. “Esto es muy cutre”; “Es una maravilla”; “Tendrían que hacerlo durante todo el año”; “La gente no se acostumbra”. La contienda navideña de Carmena y Aguirre se ha trasladado a la calle, a la principal arteria madrileña, donde los transeúntes opinan sobre la medida propuesta por el Gobierno municipal: la restricción del tráfico en la Gran Vía.

Paloma, una mujer de 39 años y residente en Pozuelo de Alarcón, salta de la acera al carril bus a la altura del antiguo cine Avenida colgada del brazo de una amiga. “Cutre no, lo siguiente. Las luces muy bonitas pero esto me parece muy cutre la verdad”, critica mientras señala la hilera de vallas y cintas colocadas a lo largo de la vía que acordonan el espacio reservado a los viandantes. Instaladas de manera intermitente, todavía hay peatones reacios como Paloma que ha avanzado hacia la parte peatonal. “No noto ninguna diferencia, de hecho, nos acabamos de poner aquí por el hecho de usarlo”, dice.

En la acera de enfrente un grupo de tres amigas autodenominadas “pensionistas” pasean con paso firme hacia el edificio que sujeta el neón más simbólico de la ciudad, el de Schweppes. “Yo creo que a todos los que vivimos en Madrid nos gusta. Es estupendo. Lo que es extraño es que la gente que visita otras ciudades europeas que tienen sus centros cortados al tráfico vengan encantados y aquí lo critiquen”, dice una de ellas. “Tendrían que hacerlo en más calles y durante todo el año, por aquí se va de maravilla”, añade otra de ellas. Miguel y Lidia también pasean por la nueva zona habilitada a peatones empujando el carrito de su bebé. “No creemos que esté mal, aunque parece que la gente no lo utiliza, no se acostumbra y si no lo usa lo que hace es entorpecer el tráfico. Quizá puede ser perjudicial para la gente que viene de los municipios de afuera. Nosotros somos de Madrid y venimos siempre en transporte público. Nos viene genial. A nosotros nos beneficia”, explica la pareja.

Viejo debate

No es que la política no tenga tregua, es que la Navidad se ha convertido en una oportunidad para hacer política. Al menos en Madrid. Si el año pasado fueron reyes y carrozas los ejes de la controversia política esta vez lo es la Gran Vía. Este año parece que el enfrentamiento entre la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y la portavoz del PP en el Ayuntamiento de la capital, Esperanza Aguirre, se ha situado en el asfalto de la principal arteria madrileña. La vía de los edificios más emblemáticos, los comercios más transitados y con la discusión recurrente: el tráfico rodado. Un viejo debate que se remonta al cierre de la calle Preciados y su peatonalización en los años setenta. El ancho de las aceras puede acabar siendo el proyecto que mida el apoyo a las posiciones políticas. Mientras que Aguirre apuesta por el coche y Carmena por los peatones, la opinión de los viandantes se encuentra todavía muy dividida.

“Me gusta así como está ahora, además es mucho más cómodo para trabajar”, afirma Jorge, operario de limpieza. “Hay muy poca gente por aquí, casi todos van por la acera. Es como cutre y provisional”, asegura Pablo, estudiante, mientras permanece apoyado en una de las vallas frente al McDonald’s. Otros lo tienen claro. “La idea es buena y hay que seguir en esta línea, las aceras cada vez están más despejadas”, afirma Andrés, empleado en el sector de la tecnología y residente en Madrid. Aunque reconoce que el sistema puede ser mejorable. “Cada vez que hay un cruce sigue habiendo coches que pasan”, añade. La mayoría de camareros de las terrazas dicen no notar la diferencia, mientras que algunos comerciantes sí aplauden la medida. El propietario de un pequeño local de comestibles escondido entre grandes comercios, más próximo a Cibeles que al edificio de Telefónica, apoya la nueva medida de la alcaldesa.

De hecho, Carmena ha anunciado que su intención es poner en marcha la peatonalización permanente de la Gran Vía. Para ello, prepara un decreto con el fin de que entre en vigencia de forma “progresiva” durante esta legislatura. El concejal delegado de Desarrollo Urbano Sostenible, José Manuel Calvo afirmó el pasado viernes en declaraciones a la Cadena Ser que el objetivo del decreto consiste en ampliar las aceras de la Gran Vía y reducir de forma progresiva la presencia de vehículos en la arteria. El equipo de Gobierno de Carmena se muestra optimista y afirma que la medida comenzará a funcionar antes de que acabe la legislatura.